Internet resultó ser la solución
técnica al espíritu libertario de aquellos años, y en ese contexto, la primera
red social, The Well, se convirtió en el antecedente de lo que es hoy Twitter,
Facebook y tantas otras. Pero la red alcanzaría su punto culminante con la
creación de la World Wide Web, de manos de Tim Berners Lee. Desde aquél
momento, el documental plantea una fuerte tensión entre revolución y
contrarrevolución. En otras palabras, al espíritu libertario de la red le
sucede la idea de la explotación comercial y el copyright, representado en este
caso por Bill Gates, quien al frente de Microsoft creó un monopolio que dominó
y domina aún la mayor parte de las computadoras del mundo. Pero la
contrarrevolución llegó con Napster y la libre circulación de música digital.
En otras palabras: Internet reproduce el sistema de control y de elites de la
sociedad o representa un verdadero cambio social. El hecho de que el tráfico en
la red se concentre en pocos dominios (Google, Youtube, Facebook, E-Bay, etc.) ¿no
significa acaso que estamos ante un nuevo modo de concentración y dominación de
un sistema que siempre encuentra el modo de adaptarse a las innovaciones
sociales, culturales y tecnológicas y permanecer indemne frente a ellas? Todas
estas son preguntas desafiantes, provocativas y estimulantes para pensar en
cómo le damos forma a la red y cómo ésta nos da forma a nosotros.
La red es una extensión de
nuestras capacidades de proporcionar libertad y también de controlar y dominar.
La tecnología, en suma, amplía nuestras capacidades, pero en el uso que hacemos
de ella, se producen transformaciones que aún son difíciles de predecir en sus
verdaderas dimensiones.
Una de las
conclusiones a las que llega el documental, aunque suene determinista, es que
no se puede apagar Internet” y “no se puede detener la distribución de
información en la red”. Estas afirmaciones, junto con aquella según la cual la
gente está modificando Internet a la vez que la red modifica a la gente, nos
acerca nuevamente a McLuhan, quien llamativamente aparece citado en la entrega
final de “La Revolución Virtual”. Finalmente, otro ejemplo citado por el
documental, y que recobra dramáticamente actualidad en estos días con la muerte
de Bin Laden, es el uso de la red para la propagación de las ideas
fundamentalistas.
“El costo de lo gratuito”y
básicamente plantea que el precio que debemos pagar los usuarios de los
servicios gratuitos que ofrece la red es el de la circulación de nuestros datos
personales, nuestros hábitos e informaciones sobre nuestros perfiles.
Finalmente, el documental hace
blanco en las redes sociales, y particularmente en Facebook. La exposición de la intimidad es “el lado oscuro de la
web”, bajo el pretexto de “mejorar la experiencia” de los usuarios. En este
sentido llama la atención el fracaso de Attention Trust, un sistema que
permitía tener control sobre lo que se consumía en la web, lo cual indica que
la gente no se preocupa por eso, y sigue manteniéndose despreocupada e ingenua
frente a este tema. Este quebrantamiento de las fronteras entre lo privado y lo
público enfrenta un problema futuro, ya que –según plantea el documental- la
cuestión no es quién es dueño de esos datos ahora (si Facebook u otros) sino de
quiénes lo serán en el futuro, y en este caso citan lo sucedido en Holanda
cuando el régimen nazi: los nacionalsocialistas utilizaron la información del
gobierno holandés que inocentemente a principio del siglo pasado había hecho un
censo sobre la religión de sus ciudadanos para saber bajo qué rito enterrarlos
cuando murieran. Entonces, la propiedad de la información es algo clave.
Para terminar, y volviendo a
Facebook, un llamado de atención hacia los jóvenes: la información que se sube
a la red no se borra, hay que pensar si en el futuro no nos vamos a arrepentir
de aquello que subimos en nuestro pasado. Tendremos que vivir como
“celebridades” que exponen su vida privada en la red. El consabido refrán “El
hombre es esclavo de sus palabras” adquiere un nuevo significado.
Es por eso que arranca con la
generación web en países como Corea del Norte, donde se registran graves casos
de adicción a la web.
Vendría a ser la revolución
dentro de la revolución, donde la privacidad queda aún más arrinconada en medio
de toda la exposición que viven los usuarios, en tiempo real, entonces es que
la tecnología que creamos nos consume la vida, nos supera largamente, no nos
alcanza el tiempo de nuestra vida para vivir la vida que propone la red social,
que requiere de actualizaciones constantes, de estar posteando todo el tiempo
en diversidad de plataformas, de responder a innumerables “obligaciones” y
demandas de la vida virtual.